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Acuérdate de Acapulco

Actualizado: 21 oct 2023

Poco queda de la nostalgia de aquella melodía tan pegadiza que el flaco de oro, Agustín Lara, dedicó a su enamorada María Bonita. Y es que la Doña parecía estar más tranquila en su mood tropical, tanto en la vida real como en la gran pantalla, en su personaje atormentado de Doña Diabla (1950) que a pesar de convertirse en una piruja por una infidelidad durante su luna de miel, veía el mar y parecía bajarle un poco a su histrionismo.


Link canción María Bonita cantada por Agustín Laura





Si María del alma resucitara diría con su tonito altanero inconfundible, que los mexicanos no solo no respetamos el centro de la ciudad, sino tampoco Acapulco, y que está hecho un chiquero, un bote de basura y exigiría que le quiten su nombre a la calle que le dedicaron (en el puerto) y que ella misma inauguró, toda chic en guayabera blanca.





Aquel paraíso virgen, hoy totalmente destruido, el llamado Acapulco Histórico, había vivido casi alejado de la civilización con un pasado de contrabando y mestizaje intercontinental hasta que fue descubierto por Miguel Alemán y se convirtió en la nueva joya turística de toda una época, en el destino nice de la posguerra, en donde lo tropical era trending topic.


Con el despertar de Hollywood después de la Segunda Guerra Mundial, las divas del cine quedarían fascinadas y se enamorarían de este rinconcito idílico. La Hayworth fue una de las pioneras , después de haber rodado La dama de Shangay (1946) dirigida por su esposo Orson Welles. Pero, ese charm seguiría y años más tarde, en 1957 Liz Taylor, antes de enamorarse locamente de Puerto Vallarta, se casaría con su tercer marido, Michael Tood en el puerto de Acapulco con Mario Moreno « Cantinflas » como testigo.





Pero Acapulco no era solo el paraíso del star system estadounidense, también del mexicano. Mario Moreno y Germán Valdés « Tin Tan » cayeron rendidos al encanto de Acapulco y ambos llegaron incluso a tropicalizar a sus personajes de barrio, el peladito y el pachuco, adaptándolos al nuevo escenario marítimo. Tin Tán conquistaría con su labia a las bellas turistas en Simbad el mareado (1950) y a Cantinflas haría lo mismo en su estilo, gracias a sus buenas chambas de quebradista y de salvavidas en El Bolero de Raquel (1957) y en Sube y Baja (1959) como el falso Jorge Maciel, deportista profesional, que lo mismo gana una carrera de lanchas, que caza un marlin en las aguas acapulqueñas, mientras seduce a una Tere Velazquez en plena pubertad.






El clima de la bahía era garantía de felicidad, de exotismo y cómo no, de calentura. Las ejecutivas gringas más avorazadas se interesaron por esta tierra de sueños y buscarían a su Acapulco Boy, a su Rodolfo Valentino tropical, ardiente y con fuego en la sangre. Otras gringuitas, más fresas y con buenos sentimientos como María O’Hara (Shirley Jones) se enamorarían de un raterillo cantante (Raphael el cantante español de Yo soy aquel) en la película El Golfo (1969) dirigida por Vicente Escrivá.


link canción “En Acapulco” cantada por Raphael, de la película “El Golfo” (1969)



Pero también los machos gringos, en un tiempo en el que los dólares valían muchos pesos, llegaban a Acapulco en busca de su mexicanita sensual de jacalito, al estilo de Ana Martin que ya en Acapulco A Go-Go (1967) representaba a la costeñita humilde y sabrosita convertida en bailarina a gogo, con el movimiento de caderas más sexy del cine mexicano, y que Lyn May llevaría a su versión más oriental antes de ser destruida por el bisturí y los aceites.


Acapulco, el de la pantalla, pero también el real, estaba lleno de mujeres jóvenes de moral distraída que Luis Alcoriza supo retratar tan bien en Paraiso (1969) ; en el que la madrota Vicky (Susana Dosamantes) regenteaba y explotaban a jovencitas como Magali (Ofelia Medina) que por 20 dólares no dudaban en aflojar, para comprarse el bikini que tanto les gustaba o pagarse unos drinks pal calor.





Así pasaron los años y el business tropical de base puteril continuó, también en su versión hippiosa de Pie de la Cuesta, pero poco a poco se iría degradando y vulgarizando con personajes más del estilo de Acapulco 12-22 (1975)con la Vero Castro como protagonista y narrando un ambiente más peligroso, de drogas, robos y delincuencia.



Acapulco se adaptaba al nuevo contexto turístico que poco a poco se nacionalizaba y dejaba de interesar a los gringos que ya comenzaban a poner sus ojos en el Caribe y dejaban a Acapulco para las familias chilangas como las de Semana Santa en Acapulco (1981) en la que la matriarca Chabela (Lucha Villa) y su comadre Yoli (Tere Velázquez) hacían gala de su mexicanidad sin filtros, y en donde Alcoriza a modo de pitonisa se adelanta a mostrarnos en lo que se convertiría Acapulco.

Coca Cola debería aprovechar la escena de esta peli, en la que Lucha Villa le grita a la Velázquez en "La Quebrada", con su voz de travestón: ¡Yoli! ¡Acá estamos!, para una campaña vintage de su marca regional de refresco Yoli.




Desde los 70’s, el estilo tropical chic fue desapareciendo y la especulación urbanística y el modelo turístico se inspiraron cada vez en el modelo Miami, de torres altas a lo largo de toda la Costera, surgiendo así en los 80’s el nuevo paraíso, en el que Salinas de Gortari se sentía orgulloso de los juniors whitexicans perfectamente bronceados y fibrados, pero guëritos que bailaban su himno Cuando calienta el sol en voz de un todavía puberto Luismi que sería para siempre el sol de México.




El viejo Acapulco, de Caleta y Caletilla, el ahora naco para los fresas, (como la canción de Amandititita), había pasado de moda. Fueron los últimos tiempos dorados, los de la nueva esperanza salinista de ser norteamericanos culturalmente y de darse el derecho a tener su propio paraíso tropical y sentirse como gringos en su propio país. Era el Acapulco de la costera y de las lomas bien que iría creciendo hacia el este, rumbo a Puerto Marqués y a Punta Diamante, para dejarles todo el resto a los acapulqueños.


A pesar de todo, Acapulco, como el país entero, resistió como pudo a la crisis de los 90’s y la prueba es que Estefanía de Mónaco en su etapa de princesa rebelde era una asidua al Acafest, el último intento de rescatar de ese destino trágico que se asomaba. Fueron los últimos tiempos dorados en los que Luis Miguel se iba de fiesta al mítico Baby ‘O, que la bio-serie Luis Miguel (2018) rescató del olvido, pero que como toda la ciudad se ve amenazado por una fragancia que mezcla olor a quesadilla con cloaca y a familias sudando con la pulserita all inclusive, regateándole a un taxista o al de las calandrias de Micky (esta vez Mouse).





Como muchas partes del país, con el cambio de milenio, Acapulco sufrió en carne propia el problema del narco, sobre todo en el sexenio de Calderón, en el que la Barbie, no la muñeca, sino el capo, se hizo con el control y aquí empezó la crónica de esta muerte anunciada que terminó por destruirlo y convertirlo para siempre en un destino de segunda, de paquetes baratos a muchos meses sin intereses.


Está de mas decir que, rescatar Acapulco no interesa a los responsables de la 4T que no contemplan ningún proyecto serio de desarrollo turístico en esta región porque ni siquiera se inmutan ante la escalada de violencia que tanto afecta al estado de Guerrero que sigue figurando como prohibido en la lista del Departamento de Estado de los United y en el que raro es el día que no asesinen a alguien en la autopista del Sol.


La perla del Pacífico está condenada como las viejas glorias a vivir del recuerdo pero lo peor es que no es una decadencia veneciana sino mexicana, en donde no hay canales pero si una bahia cada vez más contaminada y en donde en vez de góndolas están las calandrias kitch con luces de colores en forma de Minnie Mouse que con sus brillos disimulan el peligro y la violencia de un Acapulco al que le toca vivir lamentablemente un futuro sin mañana.





Como nos cantaba Juanga, solo nos queda vivir con el más triste recuerdo de Acapulco.



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1 Comment


Juan Incháustegui
Juan Incháustegui
Oct 21, 2023

excelente artículo

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