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ARTURO RIPSTEIN: EL MELODRAMA PERVERSO

13 de diciembre de 1944 nace el director de cine Arturo Ripstein, quien fuera asistente de Luis Buñuel.


Director de cine mexicano, de origen judío, naturalizado español desde el 2003, autor de una extensa filmografía y ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes.


A los quince años su padre le llevó a ver “Nazarín” (1958) y descubrió a Luis Buñuel, con quien desarrolló una estrecha relación maestro-alumno que se mantuvo hasta la muerte de Buñuel en 1983.


Su ingreso formal al cine fue con “Los recuerdos del Porvenir” (1968) con guion basado en la novela de Elena Garro del mismo nombre. Es en los 70s cuando se consolida su obra y nos da tres de las cintas más importantes del cine contemporáneo: “El castillo de la pureza” (1972) basada en hechos reales del México de los 50s y con guion de José Emilio Pacheco; “El lugar sin límites” (1977) basada en novela de José Donoso, escritor chileno del “boom” literario en Latinoamérica y “Cadena perpetua” (1978) basada en una novela de Luis Spota.


En particular, “El castillo de la pureza”, se destaca como la más representativa e icónica de Ripstein.


El guion está basado en un hecho de la nota roja policiaca de la Ciudad de México.

En la vida real, Rafael Pérez Hernández encerró a su mujer Sonia María Rosa Noé y a sus seis hijos (Indómita, 17 años; Libre, 15 años; Soberano, 14; Triunfador, 12; Bienvivir, niña de 10 años; y la recién nacida de 45 días, llamada Evolución y Pensamiento Liberal) para evitar la contaminación de la maldad del mundo exterior.


José Emilio Pacheco hizo una investigación minuciosa del caso, trazó el argumento y compuso el guion basado en el tema de la autoridad represiva, para crear el fabuloso libreto que dio estructura a la narrativa de esta ficción de la “realidad”.


En literatura este guion pertenecería a la llamada novela documental al estilo Truman Capote en “A Sangre Fría”.


Bajo amenaza de matarlos, Rafael Pérez impedía a su mujer e hijos abandonar la casa, convertida en una fortaleza, que también era una pequeña fábrica de insecticidas, donde trabajaban todo el día.


No tenían contacto con el exterior: encerraba a sus familiares en celdas cuando se portaban mal y amenazaba con matarlos, con cuchillos que traía en la bolsa, hasta que la hija mayor de 17 años (Indómita) escribió una carta donde denunció el encierro de su familia.


El servicio secreto de la Policía detuvo al padre, que se definió “librepensador” y dijo que la honradez, el trabajo y la libertad eran su religión.


Esta búsqueda del ideal humano al grado de la locura, la doble moral y la complejidad profunda del ser humano es el imaginario en el que gira esta película estelarizada por Claudio Brook (Gabriel) como Felipe, Rita Macedo como su esposa Beatriz y sus hijos Diana Bracho (Utopía) y Arturo Beristáin (Porvenir) y Gladys Bermejo (Voluntad).


Gabriel no cumple lo que profesa, come carne, se acuesta con prostitutas, es violento; y así el equilibrio emocional y la rutina de los personajes se rompe el día en que el progenitor se da cuenta de que sus hijos están despertando a la adolescencia y a su sexualidad, y que ante ello no hay poder humano que lo pueda evitar. Después de todo la vida y la naturaleza siguen su curso. Ese insight lo utiliza Spielberg en “Jurassic Park” (1993) para plantear el conflicto sobre los humanos intentando superar a la naturaleza.


Para mostrarnos esta ambiente depresivo, represivo, sombrío y de locura, Ripstein utiliza varios recursos simbólicos y cinematográficos.


En las primeras secuencias del film vemos muestras simbólicas de la personalidad del protagonista: latas en las puertas, rejas en el sótano, el mazo de llaves que lleva, las jaulas llenas de ratas, en su obsesión por el control y la represión.


Para Gabriel existe una asociación inmediata entre ratas y hombres, por eso decidió aislar a su familia, para preservarla en una suerte de pureza originaria. Ver a los humanos como ratas es precisamente el mecanismo que funciona en la mente de Gabriel también, estos animales son símbolo de “inversión de lo humano”, “animalización” o “deshumanización”.


La constante lluvia que cae en el patio de la casa, (la monotonía y alienación permanente) los venenos que elabora la familia en un improvisado laboratorio (repudio del mundo y su maldad) o el rechazo a todos los símbolos relacionados con la sexualidad acaban configurando una atmósfera asfixiante. Y todo para preservar una supuesta pureza alejada de los vicios del hombre mundano.


Se asociado al cine de Ripstein a un imaginario entre lo trágico griego y el naturalismo e incluso de melodrama perverso. Podríamos situarlo entre el tremendismo de Steinbeck y “Las viñas de la ira” que crea atmósferas asfixiantes con símbolos y recursos míticos novedosos que más tarde darán origen al “boom” latinoamericano de García Márquez; o de otro grande y también premio Nobel de literatura, William Faulkner, que nos diera uno de los temas con mayor influencia en nuestros escritores latinoamericanos: la decadencia de la familia y sus valores ante el progreso y la modernidad en “El ruido y la furia” que influenció desde nuestro Juan Rulfo hasta Onetti, Vargas Llosa y Borges y el mismo José Donoso, de quien Ripstein toma “El lugar sin límites”.


“Lugar sin límites es el 9no lugar dentro de la lista de las 100 mejores películas del cine mexicano, según ranking de expertos en la revista “Somos” en julio de 1994, posee también elementos y símbolos sórdidos que nos hacen sentir mal u oprimidos, encerrados, decadentes, con cierto repudio, pero a la vez tan a gusto, una especie de agridulcismo dramático, que llamo melodrama perverso.


Nos oprime el pecho ver como Pancho (Gonzalo Vega) y su cuñado (Julián Pastor) matan a patadas y golpes a la pobre Manuela (Roberto Cobo) ante su homofobia internalizada o su su homosexualidad culposa, oculta y latente, estando medio pedos, pero también nos da morbo y risa como alburean a la Manuela cuando baila para los borrachos de la cantina- putero de mala muerte de la Japonesa (Lucha Villa).


Y qué decir de la escena donde La Japonesa se coge a la Manuela para ganar una apuesta al cacique del pueblo, don Alejo (Fernando Soler), la apuesta es “Hacer hombre a la Manuela” mientras don Alejo ve “cuadros plásticos” que es lo que exige para que la Japonesa se quede con la casa que es recinto del antro.


En la “La reina de la noche” (1994) podemos decir que es el melodrama perverso perfecto, cuando Ripsten nos cuenta la historia de la cabaretera Lucha Reyes. Sus problemas con el alcohol y la relación con su madre que fueron los dos pilares que marcaron su vida. Este largometraje muestra el auge y la decadencia de una de las cantantes más populares de la canción en México y muy en el terreno de nuestro género literario y que nos define como mexicanos: el sufrir para merecer, pero en manos de Ripstein, bajo un sello oscuro, decadente y sórdido, pero profundamente humano.


La pieza cómo género suele implicar una toma de conciencia de los personajes al resolver su conflicto, el melodrama lo deja al aire, y puede permitir que el personaje continúe en su conflicto, sino es que lo resigna o deja gozar dulcemente padeciéndolo por siempre. De ahí que sea nuestro género literario como país.


Con independencia de la interpretación y análisis que se siga según intereses literarios o cinematográficos, el cine de Ripstein, es el de un mundo injusto y despiadado, de las relaciones de poder, de la familia, del dinero, de las pasiones, de lo racional y de lo irracional del ser humano. De la vida y la muerte, de la lucha de las pulsiones como voluntad de poder, que se manifiestan como verdad a través de la obra de arte.


En este link puedes ver una especie de tráiler de “El Castillo de la Pureza”

Y en este la entrada y primeros minutos de la película


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