El 8 de diciembre la Iglesia católica celebra la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, doctrina de origen apostólico que fue proclamada dogma por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 con la bula Ineffabilis Deus.
Este dogma explica que María es la única persona en la historia de la humanidad que nació sin pecado original.
La Inmaculada Concepción hace referencia a la manera especial en que fue concebida María. Esta concepción no fue virginal ya que ella tuvo un padre y una madre humanos, pero fue especial y única de otra manera.
Dios pensó en María para ser su madre incluso antes de nacer. Por eso decide prepararla de forma especial y le concede la gracia de nacer sin ningún tipo de mancha. Todos los demás nacemos con esa tendencia al pecado, que nos limpia el bautismo. Pero la madre de Jesús no fue víctima de ese pecado original.
En el Ave María, este dogma se ve reflejado: “Ave maria, gratia plena, Dominus tecum. Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus.” La inmaculada concepción no hace referencia a la concepción de Jesús, sino a la de la Virgen María.
La Inmaculada Concepción es una de las imágenes más repetidas (y de las más bellas) de la iconografía popular y en el arte sacro (al igual que todas las Vírgenes Católicas de todo el mundo). La iconografía de “La Conchita” fue dictada por Francisco Pacheco, pintor del barroco español, representándola a una edad juvenil.
Las fuentes de esta representación son el Cantar de los Cantares y el Apocalipsis. La Inmaculada está identificada como la novia del Cantar de los Cantares. En el Apocalipsis (cap. 12) se hace alusión a una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y corona de estrellas y está embarazada. Aunque en la representación pictórica se obvia este detalle.
A lo largo de los pasajes bíblicos y en el imaginario construido por la iglesia, el arte y la simbolización de estos personajes y elementos, entre ellos el de María, la madre de Jesús, se hace una alusión indistinta, que nos provoca una confusión entre la virginidad de la virgen al ser madre de Dios y ser inmaculada (ella) por obra de Dios, que la concibe sin pecado original.
Así es fácil confundir el nacer sin mácula de María, sin mancha, impoluta, limpia y pura, con la pureza virginal de María como la Madre de Dios.
La luna, que nunca se representa llena, como en la Crucifixión, sino recortada en forma de creciente, evoca la castidad de Diana (Artemisa). Otros elementos con los que se representa y asocia a la “Virgen” son la estrella del mar, el jardín cerrado, la fuente, el pozo de agua viva, el cedro del Líbano, el olivo, el lirio, la rosa, el espejo sin mancha, la Torre de David, la Ciudad de Dios, la puerta del cielo.
Hacer alusión a Artemisa, la diosa de la caza y de la luna, relaciona lo virginal con las otras diosas vírgenes griegas: Atenea, diosa de la sabiduría y la artesanía, y Hestia, diosa del hogar y de los templos. Las tres personifican los aspectos independientes y activos de no relación de la psicología femenina con lo masculino. Separadas de las diosas Vulnerables (Perséfone, Deméter y Hestia) y de las diosas Alquímicas como Afrodita, que de algún modo dependen de la dinámica con hombres.
Las diosas vírgenes grecolatinas, representan a la mujer que no es poseída ni penetrada por un hombre y no necesita “ser validada” por un hombre y existe plenamente por derecho propio.
Es irónico, que en el pensamiento original griego y después romano, como pilares de nuestra civilización occidental, aún en un panteón dominado por dioses masculinos, las diosas vírgenes tenían un carácter emancipado del hombre. Nunca se casaron, ni fueron seducidas, violadas o humilladas por dioses o mortales masculinos, al contario, ellas decidían y tomaban de los hombres lo que querían, fueron adoradas y respetadas de ese modo.
Pero al cristianizarse Roma, y en su devenir histórico, se desvirtuó e interpretó a su conveniencia el valor de lo virginal; y aquí la concepción de María sin pecado original, se homologó con su virginidad al ser madre de Dios. En la Iglesia Cristiana, ya no se vio ni contempló la virginidad como una manifestación distinta, alternativa y plena en la naturaleza y disfrute propios de la mujer sino como una virtud sagrada, que terminó por caracterizar a la mujer y a establecer un rol que debe cumplir.
Los símbolos de Artemisa (Diana) el arco y la flecha; los de Atenea, coraza, yelmo, lanza y escudo; y los de Hestia el círculo (como centro y poder de la casa o del templo) fueron pues sustituidos por lo inalcanzable y lo prohibido: la luna, el jardín cerrado, el espejo sin mancha, la Torre de David, las puertas del cielo.
Fue la iglesia católica la que convirtió lo virginal en algo tan sagrado que se volvió lo más valorado, esperado y exigido a las mujeres para su valía, incluso hoy no casarse virgen o tener relaciones sexuales fuera del matrimonio sigue siendo un estigma social.
Es aceptable y reconocido el valor religioso de los iconos y símbolos de las vírgenes y demás santos cristianos, sus creencias y dogmas conforman identidades y estructuran muchas mentes y conductas de sus creyentes.
Sin embargo, ¿qué tanto esos dogmas y creencias han terminado por generar discriminación e intolerancia ante varios temas entre ellos la virginidad de la mujer? Mujeres que pierden su valor o su honor por el mero hecho de no conservar el himen impoluto.
Estos dogmas a lo largo de la historia, han exaltado y creado expectativas en las distintas culturas de la raza humana, que terminan por provocar discriminaciones, abusos, marginaciones, rechazos y cualquier otra manifestación de intolerancia y falta de equidad e igualdad entre los seres humanos.
P.D.
La bandera de la Unión Europea está inspirada en la iconografía religiosa tradicional, que representa a la Virgen María coronada. Arsène Heitz, su diseñador dijo que: “Inspirado por Dios, tuve la idea de hacer una bandera azul sobre la que destacaban las doce estrellas de la Inmaculada Concepción de Rue du Bac”.
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