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Foto del escritorjuaninchausteguic

DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA


UN PERFIL QUE NO ES DE FACEBOOK


Mi presencia

siempre es una despedida.


Guarda un lugar en el pasado,

sabe a primera vez

y a olvido,

a lamento mudo de la tarde,

a carcajada contenida

en un salón de clases

obediente de monjas.


Mi presencia

es partir de madrugada

con frío y sin abrigo,

una lámpara encendida de pronto,

en la puta oscuridad.


Mi presencia,

a veces huele a luna de jazz,

casi igual,

a tonada perdida de los Beatles,

a canela rancia,

a luciérnaga hecha mierda en la bombilla,

una casa llena de noche

y vacía por la mañana.


Mi presencia

es miseria,

de ajenidades todas y ninguna,

de domingo por la tarde

cuando todos los solos lloran

y los que no,

se apartan para hacerlo.



Mi presencia

es letal

porque dicta ambigüedades.

Duda y perjura

de la Tragedia incurable

del Conceptismo del cello,

de la Biblia y del Quijote,

y a veces de Dios.



Mi presencia

reza un catecismo

con la mano puesta en el sexo,

con la cabeza bajo el agua

sin micrófono y guitarra

a capela,

una garganta se descarna viva

a deshoras y en vilo.


Sabe a bostezo y a cigarro,

a sal de boca frugal

en cuarto oscuro.


Te recuerda,

a Susan Dey con la cara lavada

a un niño dios bizantino,

a Kerouac ahogado en la azotea de la Roma,

mientras, Ginsberg se la mama a un lacandón.


Mi presencia

es creer que volveré,

cuando todos los que se van no vuelven

y los que siempre se quedan se van.


Una vela sin prender con oxígeno,

una calle con luz de calle

una ventana sin cerrar en navidad,

un cuchillo escarchado en la nieve

con ganas de cortar.

Un baúl recién abierto,

un sombrero de quien sabe quién,

una sombra caída de otro tiempo,

un vecino que llama

un extraño en la cama,

un adolescente rumbo al punto y coma

en un brinco cuántico y pagano.


Es…

un eterno retorno

contenido en tu vaso,

muerte sin fin que se goza a sí misma,

acuarela de ceiba a las tres de la tarde

y Gorostiza vivo.




Mi presencia

es una visita al sagrario

que acaba en felatio

atrás de la pila bautismal

un Sábado de Gloria.


Es distraída,

y recorre con ojos rotos la casa vacía,

sola y en penumbra,

con alboroto de árboles que cruzan mi nombre

a punto de morir en media tarde

ya de por sí, vistos de luna.


Es una ausencia

que dice nombres de la infancia,

de la primera juventud

en la que olí por vez primera el sexo opuesto.

Presencia del que sonríe breve,

y que por dentro lleva un cómplice burlón

un cuchillo de ojos que dice adormecer,

y corta más que un hacha.



Es la sentencia

de que algo más va a pasar,

cuando crees que ya pasó.

Dejar de tener que ser quién eres

quitarte los zapatos

para estar más cómodo,

y andar tus huellas en mi tumba.


Mi presencia

es prender el cigarro sin permiso

cuando aún nadie de la fiesta se quita la ropa

es buscar un vaso y servirte tú mismo,

mezcal o tequila,

y una línea nasal que flote hasta la amígdala.


Mi presencia

espera no ser vista,

para agrandar el deseo de mirar.

Recorre con melindre y ganas de comer

otra carne que no sabe a qué sabe

y por poder, se antoja mordiscar.




Al fin,

mi ausencia brilla permanente

en un spleen del XIX,

entre boardilla y ajenjo,

la bilis derramada a media cama,

una caricia inocente después de eyacular,

en cualquier burdel lejos del Sena,

una prosa lenta y con flauta al final de la nalga.




Mi presencia se apaga.


Se va,

sabe que ya no hace falta

se argenta con uranio de una luna

desde un balcón donde todos madrugan.



Se queda como almizcle detrás de tu oreja

se evapora cuando sudas la cruda

se cuelga de la lluvia de tu ducha al día siguiente

se ríe a intermitencias en tus labios resecos

en tu memoria involuntaria sin madalena

y sin jugo de naranja.


Mi presencia,

simplemente se queda dormida;

en tu piel

en tu sien

en tu mirar

en tu pasado

en tu partida

en tu bombilla

en tu carencia,

en tu poeta favorito

en tu falta de fe

en el día que vas a misa porque se casa un amigo

en la cornisa de tu piso

en la ventana,

y en la cama tibia

después que el otro solitario ya se fue.

En tu cocina urgida de higiene

en el estío de un San Juan quemado

de maderos sin cabeza

y sin baile.

Es qué desde ahí,

mi presencia grita.


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