Por Miguel Digón
Aunque orgullosamente sevillana de pura cepa, nada más y nada menos que del castizo y folclórico barrio de Triana, Carmen, la andaluza más internacional, es parisina.
Sí, aunque pueda parecer chocante Carmen vino del otro lado de los Pirineos. Después de tímidas incursiones a lo largo del siglo de las luces con el objetivo de conocer a sus parientas cercanas: las gitanillas, las majas y las manolas, fue en el siglo XIX cuando nuestra gitana gala vino a la misteriosa Sevilla para quedarse y vaya que si se quedó.
Carmen pasó desde ese momento a ser la representación patriótica de la España más cañí y tragicómica. La hermosa y exuberante mujer de intensos ojos azabache y gracia natural viajó de la mano de los escritores románticos. España y más concretamente Sevilla eran el destino perfecto para la huida a tiempos pretéritos arabescos, a la barbarie cercana de la tauromaquia, y representaba el placer de un exotismo encarnado en mujer pasionaria pero desdichada porque una vez arrepentida y arrodillada, el amor la ciega y la arrastra a la fatalidad.
Carmen era la hechicera, la del amor brujo y encajaba a la perfección en el paisaje romántico de Sevilla.
Pero a lo largo de su larga vida Carmen se fue consolidando como un auténtico arquetipo y se metamorfoseó con tantos hombres y nombres como la protagonista de Yo soy esa (1990), a la que unos la llamaban Carmen, unos la llaman Lola y otros la decían Pilar, y otros simplemente esa zorra.
Es así como va agarrando forma la Carmen españolizada. Esta nueva Carmen fue domesticada y la canción popular, la copla y la tonadilla, al igual que cine la representaron como menos casquivana y más pudorosa.
Con el estreno de esta película dirigida por Luis Sanz, se ponía de manifiesto que a pesar de que en la movida España de la Transición, este personaje se asociaba a lo reaccionario, Carmen no dejaría nunca de seguir manifestando ese exotismo latente, su gran lunar de nacimiento, y lograría siempre reinventarse a si misma y aclimatarse al nuevo contexto sin dejar de lado su espíritu embaucador de mujer maldita con un sino ya escrito.
Fue precisamente en el transcurso de la desapacible década de los 80´s a la ecléctica y nueva rica década de los 90´s cuando una Carmen mestiza de carne y hueso con ojos de sultana, nace directamente como lo cantaba la ficticia Ana Montes, en “la tierra de gracia gitana y la luz de Andalucía”.
El día que ella nació, Carmen se convirtió en un fenómeno de masas, reciclando siempre su arquetipo y fusionándolo con su universo propio, descaradamente lorquiano, y ambientado siempre sus escenas en un decorado digno de una obra maestra del boom lationamericano de la telenovela juangabrielesca.
Pues así fue como esta Carmen se casó con su toreador y trágicamente se quedó viuda. Después resurgió de sus cenizas como el ave Fénix para ser la gitana más mediática de las últimas décadas de la historia reciente de España.
De lo que no cabe duda es que Carmen sigue al día de hoy seduciendo al público español sin saber éste ni siquiera quien es verdaderamente Carmen y qué vínculos afectivos y relaciones simbólicas mantiene con este mito viviente. Ya lo saben, ella es siempre esa.
(Escenas de la película que ilustra porqué Ella es esa)
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