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Foto del escritormigueldigon@hotmail.com

¡Felicidades mamá!

El 10 de mayo es sin lugar a dudas el día más sentimental del calendario mexicano, y eso es digno de celebración.


Solo cinco días después de festejar la victoria pírrica de Puebla el país entero rinde tributo a todas las madres. Y es que mayo es un gran competidor para septiembre y diciembre en cuanto a adrenalina patria se refiere.


Sin embargo, el antiguo tercer mes del calendario romano, pasa siempre desapercibido, y a pesar de sus méritos marianos, no consigue que le den su lugar en el podio del orgullo nacional y deberían porque en mayo, desde la antigüedad, todo renace, desde las flores hasta el amor filial.


La madre, o mejor dicho, la madrecita, es la gran institución de los hogares mexicanos y este día como cualquier santa que se precie de serlo tiene que ser venerada y obviamente festejada con todos sus honores, honores que dependen del bolsillo de cada hijito y los restaurantes, las floristerías o los mariachis son conscientes de ello. Aunque con la fallida estrategia morenista contra la inflación, el presupuesto para celebrar a las madres se debió elevar.


También las escuelas, sobre todo las particulares, que pasada la magia navideña invierten un considerable volumen de horas en ensayar los bailes para un festival que termina siempre en lágrimas de amor, de madre por supuesto. Y así, nunca faltan el “Colas de Nicolás”, “Santa Rita” o el animado “Ratón Vaquero” de Cri Cri en los planteles educativos mexicanos, que a pesar de meses de ensayo, suelen salir mal sincronizados, bajo el Jesús en la boca de las mismísimas festejadas.


El origen de esta celebración tal y cual la conocemos hoy lo encontramos en los inicios de la posrevolución, concretamente en 1922, en un momento en donde la nueva moral y la educación de una nueva nación que ansiaba forjar las bases de una nueva patria, escogió a la mujer, en su rol de madre como la encargada de ello.


La figura materna, siguiendo el modelo gringo, se institucionalizó y se volvió en cierta medida laica o mejor dicho cívica, desligándose, en apariencia, de su componente religioso. Se trataba de la madre moderna que daría mejores hijos a la nación, la misma del Monumento a la Madre que Miguel Alemán inauguró en 1949.


En la llamada Época de Oro del Cine Mexicano, las madres de la nación posrevolucionaria se convirtieron en el ícono de la maternidad para una cultura de masas en ciernes y actuaron como protectoras del pueblo tal y como se puede observar en películas vistas y revistas en donde la madre conecta con lo sentimental y lo emocional, nunca mejor visto el estereotipo de género.


Esta madre que volvía a ser más tradicional y más hogareña marcó para siempre las pautas del manual de la buena maternidad mexicana según Sara García, nunca más abnegada que en “El día de las madres” (1969) de Alfredo B. Crevenna o en ¿Por qué nací mujer? (1970) de Rogelio A. González en la que solo al final del film se lamenta ante sus hijos, de haber sido toda su vida una esclava, una sirvienta, que tenía como sueldo dos vestidos al año.


Décadas más tarde, a inicios del México neoliberal pero de larga herencia melodramática esta imagen se divulgó y vulgarizó a través de la televisión.


En “Siempre en domingo” inmortalizado por Raúl Velasco, la estrella juvenil Lucerito todavía puberta y cachetona, emocionaba a su público a fines de 80s, cantando “Madre”, una canción tributo a su madre, la misma que la había salvado de ser una víctima más del pecado de Andrade.


Porque eso sí, la madre mexicana defiende a sus hijos al precio que sea al estilo de la más malvada de las villanas de telenovela, como María Rubio (Catalina Creel) en “Cuna de lobos” (1986) aunque de tanto amor se castre a los hijos.


Y es que, a fin de cuentas, una madre siempre es una madre y su obligación es estar siempre con sus hijos porque de lo contrario siempre se arrepentirá, como la mamá de Meche (Thalía) en “María Mercedes” (1992), que a pesar de superarse porque su marido jamás cumplió y ser una mujer de sociedad, vivía atormentada por haber abandonado a sus hijos.


Si bien es cierto que no solo las madres pobres sufren, las ricas también lo hacen, pero eso vende menos, debido a que el ideal mediático de la maternidad mexicana es la humildad (literal y metafórica) y la abnegación. Aunque, en la última versión de “Los Ricos También Lloran” (2022) Mariana Villarreal no estará en paz hasta que recupere a Betito, su hijo robado casi recién nacido, hace 18 años.


Pero sin duda, este sufrimiento interclasista identitario, la madre humilde conecta mejor que nadie con la nación ya que protege y cuida a sus hijos de todos los males.


Ellos por el contrario la idolatran mostrándole un respeto que no es otra cosa que un complejo de Edipo postcolonial agudo que invade el subconsciente de una sociedad con conflictos de género graves.


Dicho de manera más breve, el 10 de mayo nos sirve de microscopio para comprender la educación sentimental mexicana en donde las heroínas entregadas nunca dejarán de ser protagonistas de melodramas altamente edulcorados y ya no solo en la ficción sino en la realidad mexicana.


Link de “El día de las madres”


Link de “Por qué nací mujer”


LUCERITO - MADRE

En el día de las madres - 1989 - yo creo.









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