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“MISA DE MEDIANOCHE”: LA FE CON LA RAZON

Después de “La maldición de Hill House” (2018), basada en la novela homónima de Shirley Jackson (1959), y “La maldición de Bly Manor” (2020), que adapta la más famosa de Henry James del drama gótico gringo (1898), el director estadounidense Mike Flanagan nos da “Misa de Medianoche” (2021), excelente obra en Netflix y de lo mejor de sus últimos lanzamientos. Quizá apabullada por el éxito mundial de “El juego del Calamar” de Sur Corea y su “Revelación” como fenómeno del universo streaming y su controversial trama.


Con “Midnight Mass”, Flanagan nos da pistas falsas para creer que estamos ante una típica historia del “monstruo” y sus atrocidades sobrenaturales o de fantasmas misteriosos en una isla de un poco más de 120 habitantes de América del Norte.


En realidad, es toda una forma simbólica, alegórica (que también literal) “del maligno”, en una reinterpretación o re invención del género de terror, con un excelente casting, una actuación digna de Oscar, diálogos aparentemente simples, pero de una profundidad que te hace pensar; muy buena fotografía y musicalización y algunos manejos de cámara que narran atmósferas y emociones hasta la piel.


Las redes y el wording mouth digitales han contribuido también a vendernos este positioning erróneo de la serie. Y nos predispone a un contenido típico de terror (pero ésta va a más) y nos ofrece una mix, entre el fanatismo y la intolerancia religiosos; las dudas y crisis de la fe; el debate de ésta con la razón; la ciencia y la revelación divina, con una buena dosis (sobre todo en los últimos capítulos) del más espeluznante género de terror.


La historia también nos da una cátedra de la interpretación de la vida eterna, el destino humano, sus virtudes, la muerte y en qué hay después de ella. Es un ir y venir entre lo sobrenatural y esotérico y la ciencia, o la búsqueda de la unión de la fe con la razón.


Aquí, Flanagan hurga al estilo Agustiniano a partir de Platón y Aristóteles y su conversión al leer los Evangelios bajo la influencia de San Ambrosio; del mismo modo que Santo Tomás de Aquino con San Alberto Magno en el Siglo XIII medieval, y debate sobre la separación o unión entre Filosofía y Teología.


Nos va mostrando cómo la Filosofía (convertida después en Ciencia) puede llegar a descubrir y explicar a Dios por la pura razón natural. Y nos propone que así también se puede llegar a entender y conocer de fondo, la existencia de Dios, el juicio final, la inmortalidad del alma y las virtudes y valores humanos.


Desde la postura del director, el teólogo recibe la iluminación de la Revelación y el Filósofo u hombre de ciencia, de la razón. Donde todos ven un milagro, la doctora Sarah Gunning ve una explicación científica sobre la composición de la sangre “explosiva” y la fotofobia de los “neo” vampiros católicos.


El conflicto que nos atrapa es tan básico y universal (tan bíblico y tan racional): El ser humano fue creado por Dios para un fin sobrenatural, la vida eterna, pero este fin es inalcanzable por las fuerzas naturales del hombre, y solo lo consigue en la vida futura (quizá después de la muerte) y desde la fe, no de la razón.


Desde la razón el hombre solo alcanza una felicidad imperfecta y es la fe, a través de la revelación quien le da la plenitud que Dios le tiene preparada al hombre.


Tanto desde la fe como desde la razón el hombre comete muchos errores en el camino y se confunde, mal interpreta, exagera o fanatiza y se siente el único dueño de la verdad, ahí falla y fenece.


Para este dilema, San Agustín nos dice: “En vano oiríamos predicar cosas verdaderas si la fe no revistiese de piedad nuestro corazón antes de que la razón crítica nos haga ver que son falsas esas ficciones que abrigamos.


…La razón nos avisa desde fuera, mientras la verdad (desde la fe) nos ilumina interiormente (se nos revela). La fe desempeña el papel que a ella le toca, y, gracias a esa preparación, la razón subsiguiente encuentra alguna de las verdades que buscaba.


… Luego a la razón falsa hay que interponerle, sin duda alguna, no sólo la razón verdadera, que nos hace entender lo que creemos, sino también la fe misma que tenemos en lo que no entendemos.


…Mejor es creer lo que es verdadero, aunque todavía no lo veas, que pensar que ves lo verdadero cuando es falso. También la fe tiene sus ojos; por ellos ve en cierto modo que es verdadero lo que todavía no ve, y por ellos ve con certidumbre que todavía no ve lo que cree.


… En cambio, quién a través de la verdadera razón comprende lo que tan sólo creía, ha de ser antepuesto a quien desea aún comprender lo que cree. Finalmente, quién ni siquiera desea entender y opina que basta creer las cosas que debemos entender, no sabe aún para qué sirve la fe, ya que la fe piadosa no quiere estar sin la esperanza y sin la caridad. El creyente debe creer lo que todavía no ve, pero esperando y amando la futura visión…


Son estos discursos agustinianos al parecer tan confusos y retóricos, el recoveco donde pretende meternos la serie, tal vez genera sinergia a nuestro modo de pensar o nos pone en evidencia, nos molesta o nos tambalea ya sea la fe o la razón, o las dos, o ninguna, seamos o no religiosos.


Estos argumentos son expuestos en diálogos de manera extraordinaria. Los diálogos de cada capítulo y hasta el nombre de cada capítulo son una especie de guía litúrgica de las Sagradas Escrituras, sin llegar al panfleto o lo doctrinario. En todo caso, son confesiones personales, aprendizajes de vida o sermones emotivos al estilo de los párrocos de pueblo y de antaño, o de los pastores cristianos con enjundia (que vemos en cresendo a lo largo de los capítulos) hasta volverse el fanático orador de secta que desmaya a sus feligreses o los induce al vómito para después resucitarlos y hacerlos hombres nuevos.


El storytelling de la serie, cumple una simbología y arquetipos clave. Se plantean roles arquetípicos del mismo Jesucristo y sus discípulos, pasando por María Magdalena, Judas, el Diablo, Pedro y Pablo entre otros, en una “segunda venida de Cristo”. Dónde no hay personajes perfectamente buenos o malos sino personajes que sufren, o viven con culpas, que no se han perdonado así mismos o a los demás, finalmente seres atormentados, arrepentidos o en camino de, con unas vidas sin esperanzas, se dirían hasta apocalípticas.


Nos cuestiona cuando los personajes (los aparentemente buenos o los aparentemente malos), reflexionan y cambian haciendo ver que ambas partes (razón y fe) son necesarias para explicar la existencia humana, su destino y libre albedrío. La Revelación no impide el Conocimiento emanado de razonar, y viceversa. Ante otros que en su fanatismo, ilusión o inocencia parecen ceder o aferrarse a lo único que tienen, o su fe o su razón, tal vez ninguna o ambas.


En sus personajes, vemos, por ejemplo, el ocaso de la fe de un viejo sacerdote que “renace” literal en su nueva búsqueda de Dios en Tierra Santa (Monseñor John Pruitt) que retorna a su comunidad isleña rejuvenecido y vuelto un hacedor de milagros. Nos recuerda a Saulo de Tarso en su camino a Damasco, reconvertido por la presencia de Dios (Ya siendo Pablo); aunque este Dios parece ser un Ángel de la Oscuridad, que podría ser Luzbel, Lucifer o el mismo Anticristo.


Una María Magdalena empoderada y verdadera portadora del poder de Cristo en la Tierra (y de su Iglesia) a través de Beverly Keane, la mojigata viste santos, “come santos y caga diablos” en una actriz que nos hace recordar a la retorcida Isabelle Huppert en “La Pianista” (2001) en la película basada en la Premio Nobel Jelinek.


El padre Paul reconvertido nos recuerda a Jesucristo y su relación con María Magdalena (Mildred Gunning) y a su hija Sarah (retomando a “Código Da Vinci” de Dan Brown).

Los milagros ocurridos tan bíblicos y actuales como la recuperación del paralítico en Leeza, entre otros, como el rejuvenecer de Mildred, y de los Flynn, así como la resurrección tumultuaria de feligreses en San Patricio la noche del domingo de Pascua por tomar literalmente la Sangre de Cristo. Y la gran traición de Judas en Riley Flynn después de ser un gran pecador que pisa la cárcel y hasta las dudas de Santo Tomás, en el Sheriff musulmán de la isla.


El arca de Noé ya no será la Iglesia de San Patricio, dado que ya no se pondrán refugiar en ella los vampiros católicos cuando amanezca, y se vuelvan polvo: “Recuerda que eres polvo y al polvo regresarás”, sino la pequeña lancha donde Leeza y el más pequeño de los Flynn aparecen salvos con la promesa de volver a poblar la isla (La tierra), mientras ven huir a un Ángel o Demonio que apenas puede volar y que nos da pie a la segunda temporada.


El casting muy acertado, así como su acting: del carismático y misterioso padre Paul encarnado por Hamish Linklater, quien también aparece en “Tell me your secrets” (2021) de Amazon Prime, que nos convence de ser un digno ministro de Dios, pero también de ser la misma encarnación del mal. Sus acalorados y convincentes sermones en San Patricio no solo nos encandilan o confunden, sino que nos hace sentir que estamos en la homilía dominical de nuestra parroquia.


Junto al atormentado Ryley Flynn (Zack Gilford) a quien hemos visto en “12 horas para sobrevivir” (2014) y en “Friday Night Lights” (2006) lleno de dudas y culpas, pero tan lúcido y asertivo en sus definiciones y opiniones de Dios, de lo divino y de lo humano.


De manera particular, entre estos dos actores/personajes hay, desde lo subliminal y una lectura perversa, una tensión sexual homo erótica de la fantasía típica entre el “cura y el monaguillo”, no desde el acoso o abuso sexual tradicional de los hijos del Vaticano por las parroquias del mundo, sino más bien desde los discursos entre la fe y la razón que cada uno de ellos expone y deifica, en una relación de poder por el dominio masculino, tan propio de nuestro sistema patriarcal.


Samantha Sloyan (Beverly Keane) a quien hemos visto en “La maldición de Hill House” y algunos de episodios de “Grey’s Anatomy” es la perfecta beata, que no mata una mosca, pero si perros y gatos, por toda la isla, que tan pura y casta desde una agresividad pasiva e inofensiva, encarna la ambición y corrupción de la Iglesia de los Hombres que no la de los discípulos originales de Jesucristo.


La dulce e inocente Erin Green interpretada por Kate Siegel que también aparece en los éxitos del mismo director en streaming, “La maldición de Hill House” y “La maldición de Bly Manor”. Personifica la esperanza y renovación bien llevada desde ambas posturas de fe y razón y nos regala un momento sublime sobre la vida después de la muerte a un nivel cósmico y digno de la glándula pineal.


Así mismo, la Doctora Sarah Gunning por Anabeth Gish también aparecida en “La maldición de Hill House” “Hijos de la Anarquía” (2008-14) y los noventeros “Expedientes Secretos X”. Esta doctora que pese a su formación en ciencia termina por confundirse y ser tentada por el dogma y que también nos da un halo lésbico en su personaje, como antítesis de lo esperado en lo femenino y propio de las brujas en la Edad Media.


En el Sheriff Hassan (Rahul Kohli) también elenco de “La maldición de Hill House” y “La maldición de Bly Manor” y varias temporadas de “Izombie” vemos la minoría racial y religiosa acosada, perseguida y estereotipada en un micro cosmos, quizá sea el más centrado en su fe y su razón, pero también alterado por lo dogmático busca conciliar ambas posturas. En su caso una fe perseguida y acusada de terrorismo.


El ritmo de la serie, desde el primer capítulo siembra el misterio y va planteando rutas, apenas vemos lo sobrenatural, y así varios capítulos, cuando creemos entender y entrar en su convención, nos sorprende un mundo más oscuro, terrorífico, sobrenatural.


La narración no lleva prisa, lleva su tiempo, sin llegar al letargo o provocar la huida del espectador.


El director nos sorprende con una fotografía y manejo de la luz inusitadas, los amaneceres bajo luna y naciente sol, cielo estrellado, iluminación con velas, escenas con claroscuros que nos despiertan a una luminosidad inesperada, así como tomas aéreas (con drones), miradas del mar a la isla y viceversa que nos hacen sentir tan lejos pero tan cerca del resto del mundo, en el aparente abandono y monotonía de vidas vacías y aburridas, pero tan cerca de la civilización.


La música no es particularmente memorable, pero pertenece a cada momento de cada escena y cada capítulo, resalta el góspel, himnos y salmos que se vuelven lo mismo, bálsamo para el alma y epifanía que un sobresalto de acorde tenebroso y oscuro.


Así pues, esta extraña mezcla con una estructura conceptual, ejecución y realización excelente, sostenida por grandes mitos y arquetipos, con perfecto manejo simbólico, bárbaros casting y actuación, además del óptimo manejo de otros recursos narrativos técnicos y culturales, parece reinventar el género de terror al apostarle no sólo a la reacción lúdica esperada del miedo, la tensión o el sobresalto y brinco típico ante el horror, sino a la captura mental y emocional que instala en nuestras conciencias entre la fe y la razón.


Nos hace juez y parte de discursos tan universales y actuales como el significado de nuestra existencia, la muerte, la virtud, el pecado, y si la mentada vida eterna es como la pretendemos o sólo ha sido una buena historia que queremos creer para alimentar la esperanza de que después de la vida vendrá algo mejor.


O tal vez solo volveremos a ser parte biológica del mundo cuando nos pudramos en la tierra. Desde ahí somos pequeños electrones que vibran en un clico natural permanente y eterno desde la tierra donde nos volvemos a incorporar a la vida, en plantas, insectos, animales, bosques, químicos y gases hasta llegar al cosmos y universos que están a años luz de nuestro sepulcro terrenal.


Es muy recomendable verla pese al spoitleo que fue inevitable para analizar bien y proponer un debate y reflexión al lector. Aún así, estoy seguro irás a verla a Netflix, después de todo este es sólo una interpretación de autor.


En este link vemos el tráiler de Midnight Mass.






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