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NI TAN ELMENTAL QUERIDO ARTHUR.

1930, julio 7, muere Arthur Conan Doyle, nacido en 1859 creador del arquetipo del detective, a través de su personaje de ficción Sherlock Holmes. Al menos el más famoso, reconocido y de mayor influencia.


Arthur, empezó estudios de Medicina en la Universidad de Edimburgo, ahí conoce al médico forense Joseph Bell, quien según algunos dice, le inspiraría la imagen de su famoso personaje.


Se graduó como médico a los 22 y completó su doctorado años más tardes, sobre el Tabes dorsal, degeneración lenta de las neuronas sensoriales, que portan la información de los órganos de los sentidos al sistema nervioso central -característica más aguzada y representativa del famoso Sherlock.


Mientras estudiaba medicina comenzó a escribir historias cortas. En 1891, a los 32 años, se mudó a Londres para ejercer de oftalmólogo. Más tarde en su biografía aclararía, que ningún paciente entró en su clínica, esto le dio más tiempo para escribir, muy en especial las aventuras del personaje que lo haría inmortal.


Paradójicamente, este personaje de miles de aventuras, tantas veces citado y adaptado en decenas y hasta centenas de versiones en cine, series y otros formatos, era despreciado por su propio autor, al grado de querer matarlo, cosa que hace finalmente en “El problema final” (1893). El público no lo tomó nada bien y Conan fue hasta amenazado e insultado, la gente pedía que lo resucitara. Después de una década, Doyle cedió y en la historia titulada “La casa deshabitada” reaparece a Holmes.


Aunque se ha dicho que Conan Doyle inventó el arquetipo del brillante y atormentado detective, al menos dos escritores lo precedieron. El primero fue Edgar Alan Poe, que creó a Auguste Dupin, el detective de relatos como "Los crímenes de la calle Morgue" (1841). Años más tarde, otro investigador llamado Lecoq, francés, apareció en un cuento llamado el "Affaire Lerouge", en 1865, obra de Emile Gaboriau.


Según Andrew Lycett, biógrafo de Conan Doyle, fue en este último en el que se fijó el autor para crear a Holmes. Sin embargo, casi todo el género detectivesco que siguió a las historias de Sherlock Holmes le debe algo al modelo que Conan Doyle estableció, el peculiar carácter del detective, inteligente y frío, pero con secretas debilidades y que implican la vida del autor a lo largo de sus múltiples actividades y aventuras.


En realidad, Holmes es una actitud ante la vida y su gran fama descansa en unas cuantas líneas de diálogo inolvidables a lo largo de sus aventuras. Su famosa frase “elemental querido Watson” se la debemos más al cine que a Doyle, el autor utilizó estas frases en algunos pasajes de su personaje, en distintas historias y etapas, pero nunca en una misma frase. Al igual que la pipa que fumaba, nunca se describe que sea esa pipa curveada que hoy es casi logo de los detectives privados.


Lo cierto es que esta actitud e imaginario del detective, ha intrigado y entretenido a los lectores, hoy audiencias de películas, series y otros contenidos en streaming, en su mayoría ya lejos del número 221B de la calle Baker Street, en Londres, donde el genial investigador tenía su gabinete.


La Corona Británica, en 1902 lo nombró caballero al escritor, desde entonces sería recordado como sir Arthur Conan Doyle.


La maldición de “Holmes”, en palabras propias del autor, fue que no permitió que los lectores conocieran el resto de su obra, tan o más importante que las aventuras del famoso detective. Obra que incluye relatos de ciencia ficción, novela histórica, teatro y poesía.

Hablamos de unas veinte y treinta obras de ficción, libros de historia sobre dos guerras, varios títulos de ciencia paranormal, tres de viajes, uno sobre literatura, varias obras de teatro, dos libros de criminología, dos panfletos políticos, tres poemarios, un libro sobre la infancia y una autobiografía.


En todo caso, los elementales somos los lectores, queriendo conocer a este autor solamente a partir de su más famoso personaje; sería como solo ver a Cervantes en el Quijote o a Shakespeare en Romeo y Julieta.


En este link vemos una de las primeras versiones de Sherlock Holmes en el cine, de 1924, actuada y dirigida por el inolvidable Buster Keaton.





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