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OYE SALOMÉ PERDÓNAME (A PROPÓSITO DEL 24 JUNIO)





Según Mateo, Marcos y Lucas en los Evangelios, Herodes Antipas ordena detener a Juan el Bautista y más tarde a decapitar para cumplir una promesa a Salomé la hija de su esposa Herodías, por lo agradecido y complacido de un famoso baile que ésta realiza en su festín de cumpleaños.


Esto ocurrió alrededor del año 29 D.C. en el que se cuenta que Salomé bailó ante su tío abuelo, tetrarca, gobernador de Perea y Galilea en representación de los romanos.

La danza de Salomé se produjo en una de las fortalezas de Antipas, en Maqueronte, (hoy Jordania), Antipas había arrestado y encarcelado a Juan el Bautista, por ser un predicador muy popular cuyas violentas censuras contra el orden establecido podrían haber incitado una revuelta.


El Bautista también fue declarado culpable de los insultos proferidos contra Herodías, la esposa de Antipas, acusada de adulterio por tomar como esposo a su cuñado y dejar a Filipo su primer esposo, con quien había concebido a Salomé.

Herodías nunca se cansó de exigir que se diera muerte al insolente profeta. Pero Antipas, sabía que Juan el Bautista era un hombre justo y santo, como dice el Evangelio de San Marcos.


Así, la esposa del tetrarca asistió a la fiesta acompañada de su hija Salomé y durante el banquete, la hija de Herodías se puso a bailar y agradó a Herodes y a sus invitados. El tetrarca, como gesto de agradecimiento, le hizo este juramento: "Todo lo que me pidas, te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".


Entonces, Salomé, bajo la influencia de su madre, reclamó "en un plato, la cabeza de Juan el Bautista". Antipas no se atrevió a negarse, para no quedar mal delante de sus invitados. De inmediato envió un guardia para decapitarle en su celda. Y Salomé recibió la cabeza, que entregó a su madre.


Lo que nunca se dice en la biblia es que Salomé bailara de forma lasciva o erótica, en esos tiempos Salomé debió tener cuando mucho 12 años. El griego con el que se la define en el Evangelio es "korasion", un diminutivo neutro de "korè" (niña). La palabra "korasion" no solo evoca a una niña, sino que también la exime de toda feminidad. Así que el dichoso baile de Salomé no pudo ser ni “encendido” ni lujurioso. Tal vez fue más la gracia, alegría o dulzura que provocó en Antipas, como cuando los niños de una familia bailan en el festival del 10 mayo o el cumple del abuelo.


Es San Agustín de Hipona (quién debe decirle a Salomé, perdóname) ya que gracias a su Sermón 307 (En la degollación del bienaventurado Juan Bautista) tres siglos después, quien la metamorfoseó en una joven libidinosa y sensual:


“El rey estaba dominado por la pasión carnal y tenía consigo la mujer de su hermano, algo prohibido. Con todo, Juan le resultaba grato, de modo que no era cruel con él. Sentía respeto por quien le decía la verdad. Pero la mujer detestable concebía el odio, qué en algún momento, cuando se presentase la oportunidad, tenía que darlo a luz. Mientras sufría los dolores de este parto, alumbró a una hija, la hija danzadora. Y aquel rey que tenía a Juan por un santo varón; que, aunque no le obedeciera, le temía por respeto al Señor, se llenó de tristeza cuando se le pidió la cabeza de Juan Bautista en una bandeja”


Aquí, Salomé luce sus pechos en el transcurso de un baile frenético: "A veces se inclina hacia los lados y muestra su costado a la vista de los espectadores; a veces, en presencia de estos hombres, luce los pechos".


Salomé pasa de niña a femme fatale. Y una vez más, las sociedades patriarcales, encarnan el peligro femenino frente al cual los hombres deben protegerse. Estas vertientes interpretativas fueron repetidas a lo largo de la Alta y la Baja Edad Media, tanto en Oriente como en Occidente, por un gran número de autores. Por ejemplo, Juan Crisóstomo (siglo IV) también santo, en las Homilías sobre el Evangelio de San Mateo expresa:


“Al llegar el cumpleaños de Herodes, bailó la hija de Herodías ante todos y gustó a Herodes. ¡Oh diabólico convite! ¡oh espectáculo satánico! ¡oh baile perverso! ¡oh precio de aquel baile, más inicuo aún! Se llevaba a cabo una muerte la más criminal de todas las muertes; y aquel que merecía ser coronado y ensalzado, fue degollado estando en su plenitud el banquete…”


Así, desde el de Hipona y durante toda la Edad Media, el demonio fue introducido en la iconografía del baile de Salomé. Pintores, poetas y escritores en mucho contribuyeron a reforzar este mito y arquetipo de la fatalidad, la lujuria, lo pecaminoso y la maldad hasta el siglo XX.


Aunque cabe mencionar a Frau Ava de Melk (1127) resalta en su poema Johannes (Juan Bautista) que “[Salomé] bailó como una acróbata; / su cuerpo era muy ágil”. Este texto indica la aparición de una nueva interpretación, donde Salomé es descrita como una acróbata. Sin embargo, el texto insinúa que Salomé formaba parte de la tradición de los juglares, los cuales fueron fuertemente criticados por los clérigos ya que los consideraban, obscenos, antinaturales (gays) y lascivos.


En el siglo XV, el pintor Benozzo Gozzoli retrata a una adolescente orgullosa que no duda en atraer a Antipas con la mirada.


Salomé luce muy segura de sí misma y altiva, por Cranach el Viejo (1531): no parece impresionada por la cabeza ensangrentada que lleva en un plato, como el trofeo de su victoria, mientras Antipas hace un gesto de disgusto.


Cranach destaca el contraste entre la orgullosa belleza de Salomé y el tetrarca, representado como una figura grande con una mirada pesada. El artista también juega con el contraste entre la elegancia de la joven virgen y el rostro del profeta decapitado, mezclando erotismo y crueldad y hasta sádica.


En 1877 Flaubert publicó "Herodías" y nos trae a la contorsionista del tímpano de la catedral de Rouen. Inspirado en la compañía de las bailarinas Kuchuk Hanem y Azizeh, a quienes conoció en Egipto.


El mosaico humano representado en este cuento del francés, con lugar para gobernantes romanos, tetrarcas de Galilea o esenios estoicos, nos conduce a una combinación intensa de actitudes morales en un ambiente corrupto, donde reinan la venganza, el miedo, los conflictos políticos, o la seducción, de manera soberbia en la exposición de la danza tentadora de Salomé, responsable, junto a su madre Herodías y tras el beneplácito interesado del embriagado de deseo carnal Herodes Antipas, así es como cae en las redes de estas dos mujeres fatales: la manipuladora y la hechicera.


En 1891, Oscar Wilde inventó el tema de la danza de los siete velos para su obra Salomé, más tarde llevada a la música por Richard Strauss (1905). La figura de Salomé alcanzó entonces su apogeo artístico, sensual y seductor.


Con la llegada del cine fue encarnada por algunas actrices femme fatale, como Rita Hayworth ("Salomé", de William Dieterle, 1953) o Brigid Bazlen ("Rey de Reyes", de Nicholas Ray, 1961), en una versión muy “cleopatrizada”. Y en 1988, Imogen Millais-Scott interpretó a la perfección el papel de una descarada lolita en "Salomé", de Ken Russell.


En los años 50s del XX, el hechizo por “la que baila” bíblica desaparece en pos de nuevos iconos femeninos más contemporáneos y positivos o feministas, a estilo de Marilyn Monroe, Brigitte Bardot, Jane Fonda, Mia Farrow, Farra Fawcett, hasta Diana de Gales, Sharon Stone, Gwen Stefani, Madonna o Lady Gaga entre otro listado, que en 2021 puede ser muy amplio.

En este link podemos ver la película completa Salome's Last Dance de Oscar Wilde de Ken Russell

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