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¿Puede más la imagen o la palabra?: José Juan Tablada

A 77 años de su muerte.


Tablada nace en Coyoacán, México, un 3 de abril de 1871 y muere en Nueva York el 2 de agosto de 1945.

Justo el día que terminó, a las afueras de Berlín, la Cumbre de Potsdam con los vencedores de la guerra y que tuvo lugar entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945. Se podría decir que este día del verano del 45 inició la Guerra Fría. Porque de ese acuerdo entre los comunistas y los capitalistas nada se cumplió.


José Juan Tablada, fue poeta, periodista y diplomático mexicano (añadiría acuarelista y pintor), a quien se le atribuye el inicio de la poesía moderna mexicana y su transición a las Vanguardias.


La pintura era una de sus aficiones (aprendió a pintar en la Escuela Nacional Preparatoria) lo que influyó en sus famosos caligramas, poemas visuales hechos con frases o grupo de palabras con el propósito de formar una figura acerca de lo que trata el poema. Quizá uno de los aspectos que más lo definieron como uno de los “vanguardistas” del país. Del mismo modo que sus haikús, tradición japonesa formada por tres versos blancos de 5, 7 y 5 sílabas que expresa una ligera intuición a partir de un contraste de imágenes, ideal para un poeta de imágenes como Tablada.


La poesía de Tablada habla de la naturaleza, de la delicadeza de las criaturas naturales y el paisaje mexicano. Su creatividad la usa en composiciones breves, pero incisivas; son visiones rápidas e intensas de la realidad no exentas de ironía que, a veces rayan en la ternura. Muy estricto en la forma, lo que lo lleva a la contención expresiva, y la rigurosa formalidad del haikú se convirtió en su formato ideal.


En “La feria de la vida” (1937), primera parte de sus memorias y de sus pocas obras en prosa, el poeta describe cómo nace su amor por la pintura, cuando después de haber ingresado en la primaria, frecuentó durante una temporada a su tío Pancho, solterón afable y nervioso, coleccionista de antigüedades y objetos de arte, y pintor aficionado (gay muy probable). Tablada cuenta cómo el tío Pancho lo aproximó tanto a la pintura como a la observación de la naturaleza:


“En pintura se especializaba en la ornitológica, sólo pintaba pájaros con la única preocupación de reproducirlos fielmente, y porque me tenía afecto y apreciaba mi actitud contemplativa, me iniciaba en sus pintorescos conocimientos de naturalista, de pintor y de amante de la belleza plástica [...] Atribuyo también al tío Pancho el principio del amor a la pintura y a las artes plásticas en general que ha dominado en mi vida. Por el tío supe de las principales escuelas de pintura del mundo y de tanto mirar en el espectroscopio [sic] las fotografías que mi mentor había traído de Roma y París, me fue dado desde muy niño conocer las obras maestras pictóricas y escultóricas conservadas en templos y pinacotecas.”


Su actividad en el periodismo fue inmensa, se le conocen casi diez mil artículos publicados. Colaboró en muchas publicaciones mexicanas, como El Universal, El Mundo Ilustrado y El Imparcial, así como en la prensa de Caracas, Bogotá y La Habana.


Escribió para revistas literarias como la Revista Azul, la Revista Moderna, La Falange, El Maestro. Fue fundador de la revista Mexican Art and Life.


La Revolución mexicana y sus entreveros no le fue ajena: criticó la presidencia de Madero (1911-1913), apoyó la dictadura contrarrevolucionaria de Victoriano Huerta (1913-1914) y fue director del Diario Oficial durante su mandato.


A la caída de Huerta, su casa fue saqueada por las tropas de Zapata y huyó a Nueva York.


Durante el régimen del constitucionalista Venustiano Carranza desempeñó cargos diplomáticos en Caracas y Quito. Residió luego en Estados Unidos, y en México desde 1935, aunque la muerte lo sorprendió en Nueva York, poco después de ser nombrado vicecónsul, diez años después. No pudo coincidir en la ciudad de la Gran Manzana con Lorca, que estuvo entre 1929 y 1930.


Hablar de Tablada nos lleva a pensar en el poema ideográfico o en la lírica plástica (juntas) o en la grafía arquitectónica. La confluencia de literatura y pintura desde niño, su juventud y sus viajes lo hicieron un ilustrador del concepto o un conceptualizador de la imagen, según se vea.


Pero, ¿qué importa más, la imagen o la palabra? Esta eterna discusión ha estado en boca de todos durante el siglo casi, lo realmente relevante es, qué aporta o qué nos da cada una y más aún, qué nos dan juntas.


El lenguaje de las imágenes tiene un efecto mayor en nuestro cerebro que las palabras, va directamente a las emociones, a los recuerdos y a su forma de funcionar. No en vano, la publicidad trabaja ahí; las campañas de publicidad se basan mayoritariamente en imágenes.


Las posibilidades de la fotografía en la comunicación son infinitas, la creación de imágenes que puedan ser almacenadas en la memoria gráfica, asegura la trasmisión y recuerdo del mensaje. Si la imagen es lo suficientemente atractiva o emotiva, nuestro cerebro la almacena directamente y probablemente la recuerdes toda tu vida.


Pero no podemos menospreciar el poder de la palabra, sobre todo cuándo es breve, concisa, precisa como canción de Silvio. Así funcionan los slogans, taglines y demás recursos del marketing y la publicidad.


Tablada, hacía escritura iluminada por la imagen. En sus poemas, particularmente en “La feria: poemas mexicanos” (1928) vemos más allá de caligramas, construía imágenes con la palabra, cinematografía en poesía. Veamos algunos ejemplos:


En el parque


Un último sonrojo murió sobre tu frente…

Caíste sobre el césped; la tarde sucumbía,

Venus en el brumoso confín aparecía

y rimando tus ansias sollozaba la fuente.



La Venus China

En su rostro ovalado palidece el marfil,

la granada en sus labios dejó púrpura y miel,

son sus cejas el rasgo de un oblicuo pincel

y sus ojos dos gotas de opio negro y sutil.


ÓNIX

Torvo fraile del templo solitario

que al fulgor de nocturno lampadario

a la pálida luz de las auroras

desgranas de tus culpas el rosario…

—¡Yo quisiera llorar como tú lloras!


Tablada, inventa un balance entre concepto e imagen. Su sentido poético es una y la otra, la imagen y la palabra, pero además el ritmo, la rima, el color, la música, y otras leyes y artes que domina, la precisión, la concisión, la figura, la forma, la norma, un eterno retorno entre Góngora y Quevedo.


Exótico, malditista (Buadelaire), francofílico, orientalista pero siempre muy mexicano.


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